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La labor significativa que muchas organizaciones sin fines de lucro desempeñan en Puerto Rico debe motivar a la institucionalidad gubernamental y empresarial a fortalecer al Tercer Sector que, pese a enormes desafíos socioeconómicos, ha logrado un notable crecimiento dedicado al bienestar puertorriqueño.
Sin rendirse, sobre todo después de la devastación causada por el huracán María en 2017, un número copioso de estas entidades ha servido de recurso fundamental para brindar atención a múltiples necesidades ciudadanas en aspectos claves como la educación, la salud mental y física, la recreación, el deporte y la autogestión.
Los frutos edificantes del Tercer Sector deben conducir a las instituciones gubernamentales y privadas a ampliar su colaboración con las entidades que dicen presente ante el llamado necesitado. Individuos y comunidades por toda la isla pueden dar testimonio del impacto de las organizaciones sin fines de lucro en la calidad de vida y las oportunidades de desarrollo.
Es un buen indicio que 13,863 organizaciones sin fines de lucro se mantengan activas en Puerto Rico. Una investigación de Estudios Técnicos muestra el aumento en 2,293 entidades de esta clasificación desde 2015 al presente. Junto a este crecimiento se evidencia la importante capacidad de adaptabilidad, reenfoque e innovación operacional del sector.
El respaldo gubernamental, de los componentes privados y de los individuos que pueden integrarse a los cruciales grupos de voluntarios es indispensable para ampliar el impacto de los servicios de los organismos sin fines de lucro, sobre todo ante nuevos desafíos y emergencias.
El conocimiento capacita a los individuos y a las familias para desarrollarse dentro del buen quehacer y para emprender proyectos de vida edificantes. Las aportaciones educativas desde la filantropía, ya sean académicas o técnicas, facilitan el descubrimiento de talentos en niños, jóvenes y adultos opacados por el sistema de enseñanza regular. Estas valiosas aportaciones del Tercer Sector se traducen en proyectos de autogestión creativa.
Las organizaciones sin fines de lucro mantienen amplios campos de acción que incluyen la movilización de equipos para administrar vacunas, clínicas para la detección de enfermedades y talleres sobre nutrición y otros aspectos de la salud. Una aportación de gran valor es la asistencia en la alimentación, la salubridad, la vivienda, y otra índole, a personas con adicciones. Los voluntarios, con vocación de salvar y transformar vidas, muchas veces rescatan de las calles a pacientes que sufren adicciones o condiciones de salud mental.
La valiosa labor del Tercer Sector impacta también a adultos mayores, sobre todo a los que viven en soledad o condiciones de pobreza. La labor puede consistir en visitas a domicilio en zonas urbanas o rurales de difícil acceso, para ayudar con el aseo personal y de la vivienda, proveer alimentación y brindar acompañamiento con pláticas estimulantes.
No es raro ver a empleados y voluntarios de entidades de estas entidades llevando alegría, mediante una variedad de servicios, a niños, adolescentes y jóvenes en comunidades empobrecidas. El deporte es una de las áreas de mayor acogida, mediante el entrenamiento y la organización de torneos.
No hay duda de la importancia del Tercer Sector y de la necesidad de apoyar sus misiones humanizadoras. Como toda gestión, las mejores prácticas de transparencia y rendición de cuentas son los garantes de la eficiencia, estabilidad y ampliación de servicios.
Al mismo tiempo, es responsabilidad del gobierno asegurar la agilidad de los desembolsos indispensables para el funcionamiento de las entidades, muchas de las cuales realizan labores sacrificadas a pesar del impacto de la merma poblacional y la inflación, entre otros factores.
El fortalecimiento del Tercer Sector deberá redundar en la amplitud de su gesta trascendental. Conviene al país que la institucionalidad pública y el empresarismo trabajen mano a mano con este componente, en aras del vibrante progreso de Puerto Rico.
Vía: Endi.com
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