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Toda la fama y reconocimiento de Mónica Puig no ha cambiado para nada su mayor premio: su familia.
No importa si adelante una ronda o pierda un torneo, para sus padres ella siempre será una campeona o mejor dicho, una ‘picapiedra’.
Su actuación en Wimbledon, donde llegó hasta la cuarta ronda, le confirmó al mundo del tenis que tendrá que contar con Mónica por mucho tiempo, y su llegada a Puerto Rico la semana pasada fue por todo lo alto.
Sus padres Astrid Marchán y José Puig reconocieron que todavía hay mucho camino que recorrer. Al mismo tiempo, explicaron como la carrera de Mónica ha sido una trabajada desde cero.
“El sueño lo han despertado ustedes (la prensa)”, dijo Astrid Marchán.
“Ella nunca fue una atleta que se desarrolló a muy temprana edad. A veces hay que reconocer en la gente que es deportista, que todo el mundo madura en tiempos diferentes. Mónica es un gran ejemplo de eso. Mónica es la que viene de atrás y es una niña que le gusta entender y estar en su ambiente, acoplarse a ese ambiente. Cuando ella se siente a gusto entonces ella echa pa’lante”, agregó.
La progenitora de Mónica destacó la meta que su hija tiene desde que entró al tenis profesional. La propia tenista también la ha dejado saber y hacia eso trabaja.
“Hay una meta bien grande y es que Mónica quiere llegar a ser la número uno”, dijo Marchán. “Ahora cuando salga el nuevo ranking lo miraremos y nos diremos ‘vamos a seguir trabajando’. Yo creo que todo esto nos ha despertado por el hecho de que estamos aquí, de que ustedes (la prensa) quieran saber un poquito de Mónica y que la hayan felicitado tanto en estos momentos”.
Su padre repasó los primeros momentos cuando la atleta se iniciaba en el tenis. Ahora se confirma cuán rápido ha pasado el tiempo y cuánto se ha logrado.
“Hay muchos recuerdos. Uno tiende a enfocarse en lo que sucede en el pasado que es cuando ella empezó a jugar tenis hace un montón de tiempo. Los otros días yo para propósitos de mantenerme en forma, practiqué con el coach que primero la entrenó a ella y que tiene una foto de cuando Mónica empezó a jugar. Allí tenía una raqueta que era más grande que la cabeza de ella. Desde entonces nos recordamos de las anécdotas cuando ella empezó a jugar y como corría, lo que le gustaba y todo ese tiempo que ha pasado”, dijo Puig.
La presión de Wimbledon pareció por momentos atacar a la jugadora. Después de todo era su primera vez en el All England Club y el adelantar tres rondas es algo que nunca una debutante boricua había alcanzado.
Su madre recordó cómo tuvo que servir de amiga y de hasta conciencia para que Mónica siguiera disfrutando los juegos. El partido en que adelantó a la cuarta ronda, donde venció a la checa Eva Birnerova, fue suspendido por falta de iluminación, y el continuarlo un día más tarde creó mucha tensión en Mónica.
“Ella no podía dormir y la vi intranquila. La levanté y le dije ‘mira Mónica esto es una bendición de Papá Dios que te ha dado, el hecho de que tengas otra oportunidad de jugar al otro día con un plan mejor. Mañana va a ser otro día y si tú vas con un plan y vas bien positiva vas a poder sacar el partido. Así que duerme con calma, tranquila y lo vas a sacar’. Así fue, sacó el partido. Cuando ella pierde, una como madre trata de hablar en ese momento de la pérdida. Nosotros siempre le decimos que hay otro día y otras oportunidades”, recordó Marchán. “Yo como madre tengo que inculcarle que siempre tiene que jugar con respeto, humildad y que nadie te va a dar nada, que tienes que lucharlo. Te llamas Pica y aprende que tienes que picar piedra en los momentos que quizás tu tenías el partido. A sí que si vas a llegar lejos vas a tener que seguir luchando”.
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