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Por Yolanda Rosaly…El que esté libre de pecado que lance la primera piedra, o el primer comentario venenoso, o la primera opinión cargada de envidia o crueldad. Escuchar cada cosa que se ha dicho desde que salieron a la luz pública las fotos de Zuleyka Rivera y José Juan Barea de lo que parece ser su reconciliación, de verdad, me da vergüenza ajena. Sobre todo, los que provienen de muchos que equivocadamente se hacen llamar “periodistas”, pues solo son choferes que llevan y traen información y, sobre todo, comentarios cargados de muy mala intención y desconocimiento absoluto de la realidad de vida de estos dos seres, así como todos los demás que, sencillamente, “pelan” sin compasión ¡Como si no tuvieran techo de cristal!
Pero, en fin, el tema de estos mal llamados periodistas y que solo empañan esta digna profesión es tema de otra columna. A lo que voy es a que ni Zuleyka, ni Barea, ni nadie es perfecto y que las situaciones que ocurren entre ellos y con ellos son las que hemos vivido y viviremos todos aquellos que tenemos la dicha de habernos enamorado y luchado por un querer… Que se trata de las mismas experiencias de todos aquellos que, por un lado, nos hemos equivocado, tomado decisiones erróneas y, por el otro, hemos acertado en nuestras determinaciones de buscar y encontrar la felicidad.
A Barea no tengo el gusto de conocerlo, pero a Zuleyka sí. Y, sin necesidad de quebrantar la confidencialidad de lo que me ha contado y he presenciado, puedo asegurarles que su vida no ha sido fácil. ¿Por qué? Pues, para comenzar, Zuleyka es una mujer fuerte, decidida, arriesgada que desde muy joven tomó decisiones drásticas. Estas, por un lado, pueden haberla expuesto a experiencias no típicas para su edad, pero, por el otro, le dieron el beneficio de madurar y enfrentar el mundo con herramientas que, entre otras cosas, le brindaron la oportunidad de ganar el título de la mujer más bella del universo. Pero ella estaba clara de que no sería únicamente para cargar una corona en la cabeza, sino para sabiamente utilizar este logro como un escalón que la llevaría a alcanzar otras metas profesionales.
Y, aparte de lo antes dicho y de la mano con su imponente personalidad, puedo dar fe que Zuleyka es una joven agradecida, solidaria, generosa, sencilla; diría que hasta vulnerable. ¿Con mucho camino que recorrer, mucho que aprender y superar? Por supuesto, como todos. La he visto molesta, peleando, en medio de rabietas, inconsolable… Al mismo tiempo he sido testigo de su desprendimiento, su sacrificio y apoyo incondicional para con los que aprecia y quiere sin que —dicho sea de paso— supiera que estaba cerca, lo que me asegura que todo fue genuino.
Así las cosas, sobre todo, usted, mujer que lee esta columna (aunque muy bien aplica a todo varón), ¿qué estaría dispuesta a hacer, perdonar, obviar por conseguir la felicidad plena al lado del ser que siente es su compañero(a) ideal? ¿Cuántas veces, cuando lo “bueno” supera lo “malo”, estamos dispuestas(os) a defender al amor de nuestra vida contra viento y marea? Pues si esto es lo que está haciendo Zuleyka, ¡qué bueno y adelante! De todas formas, al final, Dios dirá; nadie más.
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