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El yate más grande del mundo, el White Pearl, pertenece al excéntrico multimillonario ruso Andréy Melnichenko y le ha costado 360 millones de euros. Del proyecto se ha encargado el prestigioso diseñador industrial francés Philippe Starck, conocido por la funcionalidad y estética de sus trabajos, y el barco ha realizado su primer viaje de prueba ayer en Kiel, Alemania. En estos astilleros se hacen las embarcaciones más importantes del mundo.
Mide 142 metros (468 pies) de eslora por 24,8 de manga —lo habitual en un yate de lujo son 35 metros (156 pies)— y tiene tres mástiles de 91 metros cada uno. En la superficie, hay un helipuerto y tres piscinas (una de ellas con el fondo de cristal). El desafío arquitectónico naval continúa en el interior: ocho plantas, visión subacuática, seis suites y una discoteca, entre otras instalaciones.
Dos motores de diésel y dos motores eléctricos impulsan las cinco hélices que tiene el barco, según apunta el Daily Mail. Puede alcanzar una velocidad máxima de 24 millas por hora y la de crucero es de 18. Tiene capacidad para alojar a 20 pasajeros y 54 miembros de la tripulación y el casco es de acero.
Philippe Starck ha asegurado que su proyecto, a diferencia de la mayoría de yates, no tiene pequeños pasillos ni habitaciones complicadas, todo lo contrario: "Casi no tiene pasillos, sino más bien grandes lofts y salas gigantes con grandes cristaleras", explica el ingeniero.
No es la primera vez que el oligarca ruso se convierte en el rey de las embarcaciones recreativas. En 2012, ya fondeó el ostentoso yate de 263 millones de euros A (por la inicial del nombre de su esposa, Aleksandra) en puerto Banús. Melnichenko, de 43 años, ocupa el puesto número 95 en la lista de los más ricos del mundo, elaborada porForbes, con una fortuna estimada en mas de 10.000 millones de euros.
En 1993 co-fundó el banco moscovita MDM, que en menos de 10 años se convirtió en una de las mayores entidades privadas del país. y cuatro años más tarde compró todas sus acciones y se convirtió en el único dueño. Una de sus excentricidades más sonadas fue el contrato de más de cuatro millones de euros que hizo a Christina Aguilera para que cantara en su boda o los 1.800.000 euros que pagó a Jennifer Lopez y su exmarido, Marc Anthony, para disfrutar de la música del dúo.
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