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Eran las diez de la noche de un sábado y la habanera calle 23 parecía reventar a puro reggaetón. Alrededor de la tarima en el centro de la Plaza Mariana Grajales jóvenes varones de pantalones caídos y chicas en minifaldas bailaban manos arriba con movimientos sexualmente explícitos, entre aplausos, bromas y gestos de aprobación.

Las escenas de “perreo” —como se denomina popularmente a este baile— no eran una novedad pues la propia televisión cubana se pasó todo el año mostrando vídeos con imágenes fuertes y letras subidas de tono.

La fiesta de este tipo de reggaetón, no obstante, puede que no dure mucho: las autoridades, finalmente, amenazaron con censurar las letras de los temas más fuertes, calificándolos de ofensivos y banales.

“Ya se decidió”, dijo cortante el director del Instituto Cubano de Radio y Televisión, Danilo Sirio López, ante diputados reunidos en diciembre para la última sesión del 2012. “No se pone un número más grosero, no se pone un número más banal, no se pone un número de letra ofensiva y tampoco video-clips que atenten o denigren la imagen de la mujer”, agregó.

Las autoridades no están dispuestas a permitir un fenómeno que llena de “vulgaridad” y “mediocridad” la música cubana, dijo el presidente del Instituto Cubano de la Música, Orlando Vistel.

Vistel indicó en noviembre que se establecieron sanciones —que no se especificaron-, para quienes se propasen con las letras y espectáculos; se depuraron los catálogos de las casas discográficas estatales —las más poderosas-, y se estudia una ley específica para regular los espacios sonoros, aunque no se ofrecieron detalles de esta norma.

“Obviamente, cada quien es libre de escuchar en su privacidad la música que desee, pero esa libertad no incluye el derecho de reproducirla y difundirla en restoranes y cafeterías estatales o particulares, ómnibus para el transporte de pasajeros y espacios públicos en general”, advirtió Vistel.

Medios oficiales aseguraron que organizaciones sociales como la Federación de Mujeres Cubanas se había quejado por el contenido de algunos reggaetones.

Resta por verse el impacto de la medida.

Por ahora, la radio y la televisión pusieron reggaetones de letras más suaves, pero en las calles se sigue escuchando temas como “Quimba pa’ que suene”, de “Los Principales”, cuya letra dice: “hoy me levanté con ganas y no había nadie en la casita, menos mal que tengo a Manuela, menos mal que tengo a Manuelita… te digo que es señorita”.

El tema —el más de moda en la temporada— fue también publicitado en el portal YouTube como “el nuevo Himno de la juventud cubana” y su música pegajosa se escuchó a todo volumen a lo largo del 2012 en fiestas familiares, actos escolares y eventos varios.

“El reggaetón es una música que refleja mucho la época que se está viviendo. Epoca de marginalidades y marginaciones”, expresó en entrevista con AP el promotor cultural cubano Roberto Zurbano, de la Casa de las Américas, organización oficial que promueve las artes y las relaciones culturales con otras naciones.

“En general el reggaetón tiene que ver con la gente pobre del Caribe. Con su pobreza, violencia, precariedad, machismo, la avalancha de la TV, del consumismo, de la falta de valores”, agregó Zurbano, para quien incluso Cuba, con su singular modelo económico, no está exenta de estos fenómenos sociales.

Según Zurbano el reggaetón invadió la isla desde su oriente, Guantánamo y Santiago, las zonas consideradas con la idiosincrasia más caribeña de Cuba, y muchos de sus cultores vienen del contestatario movimiento cubano del hip-hop.

Los expertos explican su éxito precisamente por su pegajosa sonoridad.

Es “muy fácil de bailar. Se asemeja a la llamada rumba flamenca y también al ritmo de la clásica contradanza cubana”, comentó a la AP Raúl Fernández, profesor en la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad de California, Irvine, en Estados Unidos e investigador sobre la música isleña. “No debe sorprender entonces que haya pegado tan fácil entre la juventud”.

Y aunque muchos descalifiquen este género, los expertos coinciden en que el reggaetón llegó para quedarse pues incluso músicos tradicionales y salseros de experiencia están incorporando su sonoridad a sus composiciones.

Hacia la Disertación

El reggaetón “tiene un ritmo que me entusiasma”, dijo a la AP Yanet Pérez, una joven de 28 años. “Es divertido para bailar por los movimientos que provoca, aunque las letras a veces no son buenas”.

Además la picaresca no es nueva en la música cubana y ya desde el tiempo del danzón las abuelas se escandalizaban hasta con los títulos de los temas, una actitud que se repitió con las canciones de cha-cha-cha y luego con la salsa y la timba.

“Las letras de la música bailable a menudo no son muy ejemplares en sentido literario”, reconoció Fernández. “(Pero) La gente no va bailar para ser educada con las letras”, acotó.

Según Fernández Cuba no es el único lugar donde el contenido de las canciones o los videos sufren algún tipo de censura. En el 2011 un clip de Rihanna fue prohibido en al menos 11 países por escenas que podían considerarse sexualmente crudas.

En Cuba el reggaetón ya había levantado una polémica cuando en años anteriores se difundió un tema de llamado “Chupi-chupi”, cuyo contenido es una suerte de homenaje al sexo oral.

Pero para los observadores la palabra censura tiene connotaciones también ideológicas pues ya en los años 60, al triunfo de la revolución, las autoridades prohibieron la música de los Beatles en la radio y acusaron de ser débiles ante el enemigo —Estados Unidos— a los jóvenes pelilargos que escuchaban rock.

Al final los aficionados al cuarteto de Liverpool siguieron idolatrándolo y a manera de reparación histórica, en la actualidad, una plaza de La Habana tiene una estatua de John Lennon.

“El reggaetón es muy seguido por la juventud”, comentó a la AP el reggaetonero Carlitos “Papi” Chacón, de 22 años y que comenzó siendo músico de rap antes de sumarse a este género.

“Es cierto que a veces puede tener letras fuera de tono, pero eso no quiere decir que todo el reggaetón sea así”, se quejó Chacón, quien admite que muchas agrupaciones “dicen barbaridades”.

Para este cantante y compositor, que se enfrasca ahora en promocionar sus video-clips para presentarlos al máximo certamen de cortos musicales de la isla —los “Lucas”-, el hecho de no ser bien vistos por los medios oficiales y la falta de promoción que de ello se deriva no será un obstáculo para el perreo. “Pienso que ha llevado (la censura) a que la gente lo siga más”.

“Lo hay que hay que hacer es seguir trabajando y no encasillarse. Lo que hay que hacer es música”, enfatizó.

Pero así como las letras y el “perreo” levantaron revuelo, los intentos de prohibirlo reavivaron las discusiones sobre qué parámetros se usarán para decidir sobre la viabilidad de una canción o quién lo hará.

“¿Por qué a la gente no le molestan las malas palabras que dice Calle 13 (la banda puertorriqueña que ofreció un megaconcierto en un espacio estatal en Cuba) y sí las de los reggaetoneros cubanos?”, se preguntó Zurbano. “Es un gesto moralista y excluyente”.

Para Zurbano sería mejor hacer un debate sincero y público, de corte educativo sobre el reggaetón, sus causas y lo que reflejan. “Ese moralismo y la ‘prohibidera’ es una pérdida de tiempo”, señaló.

Fernández por su parte se mostró más permeable a poner un poco de orden en la cuestión.

“Lo de la limitación a los excesos sexistas de la música de reggaetón me parece bien”, indicó Fernández. “Ya con la timba hubo una reacción popular, no necesariamente del gobierno cubano contra las letras machistas. Vino principalmente de las mujeres cubanas, de maestras, enfermeras, de las trabajadoras de la educación y la salud”.

“Ojalá que encuentren un ‘happy medium’ (feliz equilibrio) entre el baile sabroso y letras que hablen de sexo”.

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Por loveo

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