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Quién diría que su canto era lo que Denissa tanto se guardaba como sorpresa de su espectáculo Con el fuego en los pies.
Además de derramar sazón rítmica con su voluptuosa figura, la artista demostró por qué logró grabar cinco discos durante la década de los 90, cuando desarrolló los dotes de vedette que desplegó la noche del jueves en la primera de tres funciones en Broadway Café Teatro, en Santurce. Aunque usó pista en algunos temas, a otros les dio garganta y corazón.
"Hace 10 años que no pisaba un escenario como artista completa que soy. Hace un año que dejé de bailar, pero no cantaba porque no salía de mi corazón. Yo era como un pajarito que no canta porque está triste. Ahora ese pajarito está feliz y ya ustedes verán qué bonito le sale ese cantar", dijo a Primera Hora en el camerino antes del inicio del evento, producido por Ángel Manuel García y aderezado por la comediante transformista "Doña Yeya". Esa ansiosa Denissa se refería al caso por alegada prostitución que se cerró pagando una multa luego que la arrestaran en medio de su antiguo trabajo como bailarina exótica en un local de Hato Rey el año pasado.
Pero el tubo quedó en el pasado. El jueves, todo lo que no era carne humana se deslizaba velozmente de lado a lado cuando taconeaba, movía las manos como si acariciara una silueta imaginaria o meneaba su cabellera cual niña reticente a que se lo amarren, poseída por la rica rabia del remeneo. Lo que sí era carne permanecía en su sitio, aprisionado no solo por tres cambios de vestuario con un poquito de tela, canutillos y lentejuelas, sino ocasionalmente por la fuerza de sus manos y hasta el filo de algunas miradas.
La voz, sin embargo, emanaba clara -aunque no siempre afinada- al entonar temas como La pompa y el Chipi-chipi, compuestos para ella por el fallecido poeta Catalino "Tite" Curet Alonso, según contó, y que le dieron un toque de sabor añejo del ambiente de club tropical de los 90.
Este contraste está calculado en la fórmula de la seducción. Si el "trino" le salía sin importar "estos pequeños problemitas técnicos que estoy teniendo", era porque se modulaba en gemidos, grititos, suaves y pequeños destellos de placer fingido (¿o real?) en cada balada tropical y, sobre todo, en los números instrumentales de sabroso mambo. Se lo estaba gozando porque estaba feliz, cómoda de caminar entre el público y posar para fotos de celular.
"Los limoncitos, que ya son guanábanas, se creen que todavía estamos bailando sin cantar. ¡Se me sale todo esto! ¡Ay, pero qué rico!", decía al público de unas dos decenas de personas, entre ellas la comediante Tita Guerrero, "camuflageada" por un moño postizo y atenta a cada detalle como si estuviera tomando notas mentales. ¿Hará una parodia? Quién sabe.
Otra persona que no le quitaba los ojos de encima a Denissa era su madre, Evelyn Ramírez, a quien le salieron lágrimas amigas del gozo resultante de canciones tan pícaras como La moneda, El gatito y la que da título al show, Con el fuego en los pies. Fue ella quien enseñó a Ivonne Lopp, nombre real de la artista, sus primeros pasitos de merengue, sus primeras notas de balada, sus primeros silbidos de pop, narró.
Esos géneros cobraron dimensiones enormes -literalmente- en las curvas de la intérprete, guiadas en su contoneo por la coreografía de Elvín Rodríguez con el apoyo de los bailarines Pamela Colón, María Arroyo y Pito Rinaldi.
"Dame de eso, Denissa", decía uno de los estribillos de varios números. "¡Tómalooo!", contestaba ella, plena. El afán de baile y risas de complicidad fue la reacción del resto de la audiencia, ya animada por el licor tras la espera por el show, pautado para las 9:00, iniciado a las 10:40 y finalizado a las 12:00.
Tal camaradería tomó otro sabor cuando le hizo un breve lap dance a un espectador. Aun así, se trató más bien de un disfrute muy sensual, pero sin rayar en lo vulgar.
"Hay que refinar para representar. Tienen que regar la voz porque aquí hay talento y Puerto Rico lo hace mejor", exhortó la vedette liberando su agradecimiento en una guiñada pesada debido a la energía agotada en la tarima, pero tan brillante como la escarcha que cubría cada rincón de las letras de foam que se erigían encima del escenario, más grandes que ese espacio. Esas letras decían "Denissa", y allí permanecerán hasta mañana, sábado, si la esperanza de atraer público se le cumple, y así "ese pajarito pueda cantar y menearse dos funciones más y todas las que lleguen".
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